Las pantallas y la infancia
En 1999 la Academia Americana de Pediatría (AAP) publicó unas recomendaciones en que comentaba que los
niños menores de 2 años no deben estar expuestos a las pantallas. Después de otra década de investigación la AAP
concluye que la televisión "tiene potenciales efectos negativos y ningún efecto positivo conocido en niños menores de
2 años".
Hay suficiente evidencia de que un niño necesita 2 años completos para que su cerebro se desarrolle por completo y
poder entender el sentido o el significado de las imágenes, aunque miren fijamente los colores brillantes y los
movimientos en la pantalla.
Los efectos negativos se centran en el desarrollo del idioma, destrezas de la lectura y memoria a corto plazo del niño y contribuye a problemas con el sueño y la atención.
Sirva como ejemplo que al tener la tele encendida como "ruido de fondo aunque nadie la esté viendo", es suficiente
para retrasar el desarrollo del lenguaje. En condiciones habituales uno de los padres dice alrededor de unas 940
palabras cada hora, cuando su hijo pequeño está cerca; en cambio, si la tele está encendida, el número de palabras
se reducen a 770. A menos palabras, menos aprendizaje. Si sigue apagada, los niños pequeños aprenden a
mantener la atención durante más tiempo.
No analicemos solo lo que les perjudica, sino veamos todo aquello que desaprovechan y aprenden mientras
interactúan con otras personas, el tono de voz, las expresiones faciales y su lenguaje corporal.
Nos preocupa
¿Qué ocurre a veces? ¿Les estamos dando a las pantallas el tiempo que correspondería para pasar lo con los hijos?
¿Poco a poco nos hacemos invisibles para ellos? ¿Ya no nos necesitan porque todo lo encuentran tras esas
pantallas? ¿Qué pasará cuando sean mayores y se envuelvan en sus cascos, en su habitación y dejamos que pase
la vida, la suya y la nuestra, detrás de una pantalla? ¿Nuestro vacío lo han llenado los amigos virtuales, redes
sociales, series televisivas o juegos online?
Propuestas
Dediquémosles tiempo y propongamos opciones distintas a mirar la tele, y que sean divertidas: ver fotos, leer,
escuchar música, jugar a algo de tu infancia, pasear y salir al aire libre, algún juego de mesa...
Las posibilidades de divertirse sin la tele son interminables; así que apague la tele y disfrute con sus hijos de un
tiempo de calidad y cantidad juntos. Y si hay que ver la tele, hagámoslo con ellos, ya que aprenden más cuando la ven con los padres que cuando la ven
solos.
Dr. Antonio Redondo – Pediatra
Hospital Vithas Medimar Alicante